Algunas ideas para pasar de la indignación a la consolidación de esta revuelta social.

Fruto de la indignación ante un sistema capitalista que está agotado, corrupto, roto.
Un poder ejecutivo que está controlado por la banca y los grandes poderes económicos.
Un poder legislativo, formado por élites políticas que no nos representan.
Un poder judicial igualmente corrupto, movido por intereses políticos y personales.
Unos derechos sociales desballestados totalmente, los derechos civiles vulnerados repetidamente por los propios dirigentes políticos.
Una crisis ecológica y energética cada vez más grave y devastadora
Ante todo esto y sobre todo en los últimos 3 años en los que oficialmente hemos estado en crisis, se ha ido cocinando a fuego lento la indignación popular, hasta ahora en momentos de agregación puntuales e inestables, en pequeños colectivos, en redes de amigos, en personas individuales que se sentían solas ...
¡Pero llega el 15-M, se genera una llama, se aviva y se extiende por todas partes!
Este es un movimiento que no tiene representantes ni demandas concretas, es un movimiento diverso que es muy difícil encasillar en un manifiesto de mínimos.
Es un movimiento rico que tiene mil y una ideas, infinitas propuestas.
Un movimiento ambicioso que no se conforma con poco, lo quiere todo!
Ahora somos miles de personas diariamente a Plaza Catalunya, y decenas y decenas de miles en infinidad de plazas de pueblos y ciudades de aquí en Catalunya, de España y del mundo.
Llevamos dos semanas y nos estamos organizando, y eso es lo más importante.
Si el viernes nos intentaron sacar de la plaza, si se llevaron todo el material con que nos organizaban, si el viernes intentaron reventar el trabajo de 11 días y noches, es porque conocen el potencial que tenemos y les damos miedo.
Ha habido más participación estas dos semanas en las calles que en 4 años de un periodo electoral! Ellos lo saben, saben que tenemos más legitimidad social y eso les descoloca.
Uno de los lemas más unitarios de estos días, es el "No nos representan" Son 3 palabras que protagonizan la factura profunda entre la antigua forma de hacer política y la nueva que está llegando estos días a su mayoría de edad.
Este "no nos representan" significa que no podemos ser sólo un movimiento de denuncia porque sabemos que los políticos no tienen ni capacidad ni voluntad para liderar el cambio radical que la sociedad necesita, y así nos lo han demostrado.
Es importante que nos sigamos movilizando e impidiendo que los de arriba ejecuten las nuevas acciones contra la gente que han planificado como los recortes sociales en la salud y la educación.
También es oportuno que señalamos las grandes carencias del sistema "democrático" actual. Todo esto nos ayuda a aglutinar esfuerzos, a sumar gente a ganar más y más legitimidad social.
Pero para poder transformar realmente, para no acabar agotándonos ante el muro de la inmobilidad política, es muy importante que seamos también un movimiento que extienda una nueva soberanía política, que llegue incluso, porque no, a iniciar un proceso constituyente. Para avanzar en este proceso necesitaremos una gran firmeza organizativa, una gran capacidad para dinamizar la participación de toda aquella parte de la población que se está sintiendo afín al marco de actuación que llevamos, y a nuestra manera de hacer. No es nada fácil, pero si no aprovechamos esta oportunidad, cuando lo haremos?
Es necesario que convirtamos esta autoorganización en acciones concretas, acciones que empoderen, acciones que enseñen que en esta nueva manera de hacer política, es el pueblo quien debe determinar de manera participativa y mediante todo el consenso que sea posible, cuáles son las decisiones que se toman y cómo se aplican.
El espacio de acumulación de fuerzas, las plazas deben ser también el punto de conexión con la movilización, el referente simbólico y motivacional, el punto de información para todas las generaciones, y sobre todo el espacio de práctica completa del modelo organizativo, donde aprendemos las maneras de funcionar que nos ayudarán a crecer.
Por ello, debemos mantener la presencia permanente en las plazas, al menos hasta que nuestra capacidad organizativa esté consolidada. Esta estrategia es fundamental.
Y también de forma prioritaria, necesitamos ejemplos concretos de cómo podemos decidir y aplicar estas decisiones, ejemplos de éxito que extiendan nuestra manera de hacer a toda la sociedad.
Ejemplos de cómo practicar una democracia real en todos los ámbitos que nos afectan, dejando de aceptar representantes y aplicación directa de nuestros propios posicionamientos y decisiones.
Estos son algunos ejemplos que podríamos llevar a la práctica:
* Si creemos que las hipotecas son injustas, y que a nadie se le tiene que poner en la calle por no poder pagar, podemos declarar el fin de los desahucios de viviendas y una moratoria en el pago de hipotecas. A partir de aquí deberíamos asegurar que se cumplan estas decisiones. Para ello podríamos avisar a aquellos bancos que desobedezcan la declaración popular, que haremos un llamamiento a todos a sacar sus ahorros de ese Banco.
* Si pensamos que los gobiernos vulneran nuestros derechos, podemos hacer cumplir los derechos sociales básicos. Por ejemplo en el caso de la premisa vivienda digna para todos podemos cumplirlo realizando un llamamiento a los propietarios que cedan pisos y casas; aplicando una autorreducción los alquileres (en la línea del punto anterior), y dedicando una carpa en las plazas liberadas a poner en contacto a personas que ofrecen y piden ofertas realmente justas de vivienda.
* Si no estamos de acuerdo en cómo se gestionan los impuestos de la ciudadanía, podemos hacer un boicot al pago de impuestos del antiguo estado y gestionar colectivamente los presupuestos de manera participativa desde las asambleas populares.
*Si vemos injustos los beneficios que obtienen las grandes empresas, podemos responder a cualquier despido en una empresa que tenga beneficios, con una ocupación indefinida de su sede, hasta que haya una readmisión.
En conclusión, si partimos de la premisa de que los políticos no nos representan, hemos de aprender a decidir nosotros mismos como pueblo autoorganitzado, sobre todo aquello que nos afecta. Es decir, debemos asumir las competencias del poder legislativo y del poder ejecutivo sobre nuestras vidas, sobre nuestro presente y sobre nuestro futuro.
Como personas individuales, como seres libres, tenemos en el consumo comprometido y en la desobediencia civil en todas las facetas de nuestra vida, dos herramientas fundamentales de acción política; como pueblo organizado de forma masiva tenemos la responsabilidad de hacer que el mundo en el que vivimos y en que actuamos, llegue a ser como nosotros queramos que sea, y el elemento clave de todo esto es construir una verdadera democracia directa y deliberativa, con un sistema de toma de decisiones a la altura de nuestros valores.
Nadie nos representa, nadie lo hará por nosotros. Tenemos el derecho a decidir. Y ahora que sabemos que somos muchísimos y que nos sabemos organizar, tenemos la responsabilidad de hacerlo.
Convirtamos la indignación en autoorganización política para asegurar el éxito de esta gran revuelta social.
El 15 M como catársis demócrata
Los acontecimientos que se están sucediendo en los últimos días creo que aportan elementos interesantes para la reflexión pero, para ello, se hace necesario tratar de comprender qué es lo que esta pasando. Lo que ocurre no es, evidentemente, una revolución pero tampoco es una manifestación ciudadanista mas. El proceso se parece mas bien a alguna forma de catarsis colectiva un “darse cuenta”, hasta cierto punto, de un sector de la población que se identifica con la Democracia, el Estado de Bienestar y el Capitalismo. Este sector de población se siente frustrado por los cambios que se han ido produciendo en los últimos tiempos a raíz de la crisis y el enésimo proceso de adaptación y reajuste del sistema.
El malestar social por el endurecimiento de las condiciones de vida solo podía llegar, de momento, hasta donde ha llegado. Es un indicador de la inmadurez política respecto de la situación actual: el aislamiento en el que vivimos, la fragmentación de la conciencia y de las luchas, el ciudadanismo y la ideología socialdemócrata imperante limitan las posibilidades actuales de desarrollo de un movimiento realmente luchador y transformador. Los antecedentes de la actual situación los podemos encontrar en el decaimiento de los partidos y sindicatos tradicionales de la izquierda, también en las manifestaciones y acampadas contra el plan Bolonia de los universitarios, los movimientos antiglobalización o las movilizaciones de los sindicatos alternativos. De este contexto surgen los acontecimientos de los últimos días con todos sus límites y carencias. 
Hay sin embargo dos aspectos positivos que se están dando. El primero es la toma de la calle para comunicarse a pesar de las legislaciones y resoluciones vigentes. El otro es el cambio de actitud de la resignación borreguil a la indignación de quien se siente estafado en sus aspiraciones: indignación entendida, eso si, como un primer paso para desarrollar una percepción mas clara de la esencia autoritaria y explotadora del sistema democrático actual y una actuación consecuente con la misma.
Al desarrollarse estos acontecimientos en sectores de la izquierda y ser el gueto parte de ésta, el proceso también nos alcanza a nosotros lo queramos o no. Esencialmente pone al descubierto nuestra falta de un proyecto de intervención en el contexto actual, nuestras dificultades para desbordar teórica y prácticamente al ciudadanismo y a la izquierda organizada en movimientos sociales.
Las manifestaciones y acampadas se han convertido en rituales de agregación colectivos. Estas formas rituales tienen más capacidad de remover las emociones respecto a la frustración por las condiciones de vida que otros rituales de moda hoy como los deportes, los espectáculos, las festividades o incluso los rituales políticos oficiales como las elecciones.
Una catarsis es un acontecimiento de purga y limpieza que libera tensiones emocionales y sirve para adaptarse a las situaciones cambiantes. En las catarsis se abre la posibilidad de acercarse a los propios límites que uno mismo se ha ido imponiendo, de comprender sus causas y de desplazarlos un poco más allá. Se abre la posibilidad también de acercarse a aquellas decisiones que no se quieren tomar por miedo al error, a la autodestrucción o al propio miedo. Por eso posibilitan un cambio de percepción y de hábitos.
Los procesos catárticos se dan cuando las emociones reprimidas son reestimuladas en un contexto en el que se han equilibrado la tensión del pasado con la auto-confianza del momento. Entonces se desbloquean algunos esquemas y junto a cierta claridad mental emergen en cascada emociones reprimidas.
Las catársis arrastran consigo ciertos riesgos que limitan su potencial transformador, su potencial de toma de conciencia. El primero es el egoísmo, el excesivo interés por uno mismo, su vivencia del momento y el centrarse en los propios problemas puede bloquear el proceso camuflándose de humildad y altruismo. El segundo riesgo es engreimiento de los que se “han dado cuenta”. Su nueva situación les impediría desarrollar la autocrítica necesaria y evitarían así mismo prestar atención a las opiniones “incómodas”. El tercero es, a raíz de lo que se ha descubierto, uno se acomodaría en la autocomplacencia vanagloriándose de su nueva situación. Un último riesgo es el delirio puro y simple fruto de la liberación de las emociones antes aprisionadas. Este delirio puede tomar forma de un enganche con el acontecimiento vivido, de creencia en los parques temáticos para jóvenes descontentos o cualquier otro asunto que sirva para evitar la vuelta a la normalidad gris.
Creo que la principal utilidad que podemos sacar de todo lo que está ocurriendo es la de comprender nuestros propios límites y carencias. La falta de un proyecto de intervención en sentido revolucionario se ha hecho claramente visible si uno se fija en las actitudes de quienes provenimos del gueto militante, okupa o el que sea. Unos han confiado en que aportando su esfuerzo y sus críticas constructivas conseguirían hasta cierto punto reconducir en algunos aspectos el asunto, convirtiéndose en mano de obra de la izquierda como siempre. Otros observan desde la distancia y, a veces con cierta arrogancia típica del gueto, lo que ocurría a su alrededor como espectadores pasivos. A otros, entre los cuales me incluyo, nos ha hecho aflorar la sospecha de que no estamos preparados para afrontar una oportunidad como esta (mucho menos otra más contundente) y hemos basculado confusos en la duda. Este texto es un intento de salir de esa situación para poder comprender y aprovechar lo mejor posible este u otros acontecimientos que se puedan darse. Creo, sin embargo, que es importante señalar que nuestras carencias tienen consecuencias graves sobretodo en el día a día, ocurran o no acontecimientos espectaculares. En los momentos en que aparentemente no ocurre nada llamativo seguimos atascados sin poder actuar de forma eficaz y coherente contra una realidad que no deja de ser insoportable. 
Para poder aprovechar las situaciones que cotidianamente se nos presentan hay que ser muy crítico con la realidad que vivimos pero creo que ésa crítica debe saber detectar también los aspectos interesantes sobre los que se puede uno apoyar para impulsar los propios proyectos. Sino se corre el riesgo de reproducir el discurso del sistema (y de la izquierda de éste) que afirman que el apoyo mutuo, la autogestión de las luchas y la autonomía son bellas imposibilidades.
La crisis del sistema de dominación capitalista hace que éste necesite reajustar su modelo de gestión y control cada cierto tiempo. La izquierda y los movimientos sociales ciudadanistas son la vanguardia creativa que se presenta voluntaria para éste proceso. En éste sentido están haciendo su papel colocándose a la cabeza de las protestas para imponer su mensaje y legitimarse como gestores legítimos del descontento. El sistema necesita ciudadanos activos para transformarse y evitar explosiones de descontento incontrolables. Los movimientos sociales necesitan del Poder y de los manifestantes para erigirse como interlocutores y por eso sus textos y debates manejan el lenguaje del Poder (democracia, iniciativas legislativas, etc.). Una casi inexistente perturbación del orden público y una nula obstaculización de los intereses económicos parecen garantizar que este movimiento sirva como válvula de escape que prevenga males mayores.
Los dos pilares sobre los que se apoya el sistema de dominación y explotación capitalista son la Democracia y el Estado de Bienestar. Y esto es así porque son éstos los que mejor se adaptan a sus necesidades mientras que otros modelos mas rígidos como el fascismo o el estalinismo sirven solo en períodos concretos y limitados de especial agitación o descontento. Querer mejorar la Democracia es, en mi opinión, contribuir a perfeccionar el sistema opresivo y explotador al que estamos sometidos.
A pesar de todo lo dicho creo que el momento actual puede ser interesante para tratar de desarrollar algunos asuntos pendientes.
El primero de todos, y mas importante creo yo, es el de tomar conciencia de lo poco preparados que estamos. La situación actual muestra las carencias del gueto y que estas no son muy distintas a las del resto de la población. Hace visible también la alienación en la que vivimos y nuestra inexperiencia en intervenciones fuera de los límites de nuestro propio gueto. Visibiliza al mismo tiempo nuestra falta de preparación para participar en un contexto en el que la recuperación no viene tanto de la mano de organizaciones izquierdistas tradicionales sino de un ciudadanismo abanderado por los movimientos sociales con los cuales todavía no hemos marcado las diferencias necesarias. La autocomplacencia con la que nos cocemos en nuestro propio ambiente se ha hecho evidente al ver como se ha reaccionado ante este acontecimiento sea como mano de obra, como espectador crítico o con confusión y descoloque.
Otras posibilidades con menos probabilidades de avance y aprendizaje pero no por ello deshechables serían tratar de, en las asambleas con un tamaño razonable, impulsar la intervención en asuntos que realmente tocan a la gente en su vida cotidiana. Se trataría de, alejándonos de las chorradas que se dicen en los manifiestos y puntos reivindicativos, y sometiendo a una crítica contínua los presupuestos ciudadanistas centrarnos en temas concretos y limitados. Así se podría tratar de parar desahucios y desalojos partiendo desde una perspectiva de lucha contra la mercancía y por la imposición de nuestras necesidades sobre su negocio. En la misma línea tratar de impedir los cortes de agua, luz o gas desde la lucha contra la mercantilización de los recursos básicos. Fomentar el saboteo masivo de máquinas expendedoras de billetes para defender la libre movilidad. Otra línea podría ser defenderse de la explotación contra las reformas laborales, de pensiones desde una posición de rechazo del trabajo asalariado que es la única coherente. Una más podría ser la lucha contra los planes urbanísticos desde una crítica del desarrollismo y el urbanismo como negocio y disciplina de control territorial de la población.
Soy un poco pesimista con las posibilidades de experimentar realmente estas otras vías en el momento actual visto el carácter cívico, domesticado y buenrrollista que se huele en la plaza del Ayuntamiento (de Valencia). Sin embargo si no es ahora tendrá que ser más adelante cuando debamos plantearnos como afrontar estos temas desarrollando al mismo tiempo un proyecto que nos permita superar el gueto político, a los movimientos sociales y a la izquierda en general.
Como complemento a esta aportación al debate y la reflexión incluyo un texto elaborado hace un tiempo acerca del gueto y sus límites titulado “Jugar con arena” con vistas a avanzar un poco en el debate sobre nuestros límites y necesidades.
Valencia, mayo del 2011

Jugar con arena
Un arenero infantil es, según la definición oficial (1), un recipiente de un área de juegos de niños que, delimitado por unos elementos de contención y relleno de arena o grava sirve para fomentar juegos. Extraoficialmente (2) es un área, acotada, donde los niños juegan seguros mientras los adultos continúan, sin ser molestados, con sus actividades habituales.
La escena que mejor resume, en mi opinión, al gueto del que hemos participado durante años es la siguiente: Un arenero infantil en el cual hemos construido castillos de arena adornados con múltiples símbolos (okupa, antifa…). La salida del arenero pasa por recorrer un laberinto del cual desconocemos la forma pero en el que no hay atajos. En el exterior, la izquierda y la derecha del capital se ocupan de sus asuntos sin ser molestados, de hecho, a veces nos utilizan como excusa o justificación en su propio interés.
Necesidad crítica al gueto
Cada vez que hemos intentado afrontar nuestras limitaciones de forma que pudiéramos intervenir de forma eficaz en nuestro entorno nos hemos perdido. Salir de este laberinto exige tomar conciencia de nuestra situación y hacer un esfuerzo de crítica. Una crítica que cuestione al gueto, del que formamos parte, pues es éste el que crea la ilusión falsa de intervención en lo social. La crítica deberá extenderse a cualquier otro espejismo que nos lleve a creer que avanzamos en nuestro proceso de liberación y que no se corresponda con lo que ocurre realmente.
Si se consiguen hacer visibles las dinámicas del gueto se podrá tomar la suficiente distancia respecto a ellas para poder comprenderlas y se abre la posibilidad de superarlas. Sino, estaremos condenados a vivir y ver a través de la traducción defectuosa que esta perspectiva nos aporta de lo que nos ocurre. Tendremos que ser capaces de observar “las gafas” del gueto para comprender la situación desenfocada en que nos encontramos.
Para poder superar el infantilismo que implica considerar al Estado, al Capital y a la izquierda como únicos responsables de nuestra historia y de nuestras limitaciones, hay que retejer los fragmentos de nuestra experiencia común, integrarlos entre si y en nosotros mismos. Esto también ayudará a comprender como hemos llegado a la situación actual. Relacionando las características actuales del gueto con el contexto de la izquierda y del modelo social en conjunto se puede conseguir una visión más completa de nuestra situación que nos ayude a superarla.
El gueto
Aunque el gueto es algo escurridizo conviene tratar de encontrar una definición, aunque sea temporal, para entendernos. Ahí va un intento: El gueto es una identidad de transición a la adultez de algunos sectores juveniles a los que, en un principio, les impulsa cierta inquietud por transformar radicalmente la realidad. Estos deseos de cambio acaban siendo neutralizados, una y otra vez, por la propia dinámica del gueto que fomenta el aislamiento y una visión distorsionada del contexto social.
Tratar de condensar lo que uno piensa que és el gueto en una o dos frases conlleva el riesgo de simplificarlo todo demasiado, perdiéndose, por el camino, aspectos importantes del asunto. Para intentar completar un poco esta definición se puede percibir el gueto desde tres planos: el de su estructura y componentes, el de la forma que toman las relaciones que se dan dentro del mismo (y con el exterior) y el de su evolución en el tiempo. Se puede hablar así de:
1)la estructura del gueto, como conjunto de personas, colectivos, ocupaciones, distribuidoras, medios de contra-información, eventos institucionalizados propios, bandas de rock-rap-loquesea…con sus características propias.
2)el efecto gueto, como una forma concreta de relacionarse con uno mismo y con el entorno caracterizada sobre todo por una mezcla residual de prácticas y teorías izquierdistas y del contexto social alienante y fragmentario (3) en que se nos desenvolvemos.
3)el ciclo gueto, sería el proceso evolutivo que hace que sectores juveniles de la extrema izquierda (LCR,MC,CNT,CGT) en un momento de conflictividad social baja y de crisis de sus organizaciones (a mediados de los años ’80) decidan reproducir aquí una versión del modelo de la autonomía italiana y alemana de los ’80. Un modelo que proyecta su atención hacia los propios sectores juveniles centrándose, en principio, en la insumisión, la ocupación y el antifascismo. Los temas irán cambiando con el tiempo pero la esencia y prácticas endogámicas no. Si el ciclo del gueto se caracteriza sobretodo por el proceso de repliegue, habría que incluir en él los “despliegues” que se han dado, o se han intentado dar, como la consolidación de los movimientos sociales, el llamado insurreccionalismo o nuestro propio intento de superarlo actual (sus causas desencadenantes, al menos).
Orígenes
Como se ha comentado mas arriba el gueto surge a partir de una crisis de la extrema izquierda a mediados de los ’80 (escisión CNT-CGT, derrota en el referéndum de la Otan, institucionalización de las asociaciones de vecinos, colectivos feministas y ecologistas…). Esta crisis hace que haya algunos sectores juveniles, del entorno de las organizaciones tradicionales, que deciden separarse de ellas. El carácter de esta separación será formal y precario. Será formal en el sentido de que se sigue actuando desde los mismos valores, visión del mundo, objetivos y hábitos pero con estructuras propias y una estética importada de los okupas de Alemania y Holanda. Su carácter precario se hará visible cada vez que se presenten cuestiones relacionadas con temas para los que “no se sienten preparados” o que no son los habituales de su práctica, entonces la separación se anula. O sea, que se sigue funcionando, de hecho, como las juventudes de la extrema izquierda, en sentido general.
Características y consecuencias
Si profundizamos en las características del gueto nos encontramos con que las tiene propias, otras compartidas con el resto de la izquierda y otras compartidas, también con el resto de la sociedad.
La seudo-intervención es un aspecto típico del gueto. Implica creer que se participa, hacer como que se hace, pero en realidad llevar adelante solo actividades endogámicas. La creencia en el éxito, dar por supuestas transformaciones que, presuntamente, se están logrando es solo una extensión del autoengaño anterior. Otra variante de la misma es la confusión entre objetivos y resultados, el creer que “lo estamos haciendo” sin tener en cuenta los resultados reales: cualquiera que cuestione el logro de objetivos es probable víctima de la propaganda oficial.
Otra de las características propias del gueto es la convicción de que, cambiando la propia conciencia, se está cambiando el mundo. Si creemos que la sociedad es una proyección de nuestro yo y que, si nos transformamos a nosotros mismos esta se transformará, olvidamos la importancia que tienen las estructuras de dominación y el carácter colectivo de cualquier transformación social. Lo colectivo y lo individual son aspectos interrelacionados e interactivos, pero nuestro peso en la evolución de los acontecimientos es muy limitado.
Las organizaciones clásicas de la extrema izquierda se organizan sobre la base de sus respectivas ideologías. En el gueto abunda, sin embargo, una visión fragmentaria e inconexa del mundo: la estética suele sustituir, en la mayor parte de los casos, a la ideología como elemento aglutinador, la superficialidad es su pegamento. Al obrerismo de la izquierda tradicional se le han añadido otros sujetos colectivos más acordes con los tiempos actuales: el gueto utiliza a presos, inmigrantes, precarios, vecinos, etc. como sujetos colectivos a “salvar”. Todo ello se suele hacer sin cuestionar la validez o eficacia del modelo obrerista. El vanguardismo típico de los grupúsculos de izquierdas se ha mantenido, si bien tiene un carácter más individual hoy, el sentimiento de superioridad típico del gueto es una buena muestra de ello. El sectarismo y la competencia propios de las organizaciones de izquierda han dado paso al individualismo típico del contexto actual que intensifica el aislamiento en el que nos movemos. En la organización tradicional la autocrítica era la antesala de la expulsión disciplinaria o la escisión. Hoy, sin embargo, la autocrítica está mal vista en el sentido de ser agresiva, hostil y aguafiestas: así se tratan de neutralizar sus efectos.
Los cambios en el contexto social en que se desarrolla el gueto hacen que algunas de sus características sean comunes a las del resto de la sociedad. Los ciclos de negocio capitalista se han hecho cada vez mas cortos, las empresas aparecen y desaparecen, los sectores de interés cambian, etc. Esto ha generado una cultura cortoplacista que se ha extendido a todos los ámbitos de la sociedad y de nuestra vida. El inmediatismo se impone. Lo que no satisface a corto plazo se deshecha, quién se queda parado no sale en la foto. Las consecuencias de esta cultura de la mutación permanente hacen que tengamos dificultades para mantener compromisos duraderos y que se extienda la desconfianza respecto a la lealtad en otros o en nosotros mismos. Las relaciones, el pensamiento y las dinámicas tienden a hacerse cada vez mas superficiales, si uno se deja llevar.
El cambio permanente, entendido como una necesidad para mantenerse conectados a la sociedad, genera incertidumbre y esto tiene consecuencias en nuestra capacidad para prever y desarrollar proyectos con un mínimo de continuidad. La incertidumbre permanente contribuye a la confusión que supone creer que se evoluciona, que se avanza, cuando en realidad estamos atrapados como ratones en su noria. Así desarrollamos una tendencia a la ambigüedad, a no pringarnos demasiado, como mecanismo defensivo ante posibles cambios en el escenario en que nos movemos. 
Creer que nada tiene continuidad dificulta nuestra capacidad para desarrollar una conciencia propia y la determinación necesarias para autogestionar nuestras vidas. Al tener dificultades para tomar conciencia de nuestras necesidades se hace aun más difícil desarrollarnos como individuos autónomos, se fomenta un vacío interior que nos lleva a aferrarnos a las identidades que tenemos asignadas en la sociedad y en nuestro entorno cercano, el gueto por ejemplo. 
Las empresas, en los últimos años, han cambiado. Las necesidades del mercado y de la competencia han hecho que la estructura empresarial se reorganice de arriba hacia abajo. De la estructura jerárquica clásica se ha pasado a una estructura en red, con nódulos o islas vinculados por relaciones de dominación. Esto permite a las cúpulas empresariales ejercer su poder y hacer los cambios que quieran en partes de la empresa sin asumir responsabilidades por las consecuencias: los choques se dan en los niveles inferiores de la jerarquía y todos tratan de escurrir el bulto, pasándose la patata caliente de la responsabilidad de unos a otros. La cultura que rezuma de esta forma de organización provoca un repliegue de los individuos hacia identidades, reales o ficticias, más cercanas: guetos, la vida familiar, etc. Así mismo se fortalece la cultura organizativa de la delegación y se tiende a usar esas comunidades para diluir la propia responsabilidad.
La sustitución de la industria por el comercio y la hostelería como sectores laborales mayoritarios ha hecho que un tipo concreto de cordialidad invada nuestras formas de relación. Es el tipo de cordialidad forzada del camarero, su sonrisa y su aparente saber escuchar que ocultan las relaciones de dominación que se ejercen entre empresario, cliente y trabajador. Nuestras formas de relación, impregnadas de este tipo concreto de cordialidad, este buenrollismo, huyen del conflicto, prefieren el lenguaje vacío, los clichés o la ideología antes que asumir los riesgos que supone tener un pensamiento propio, exponerlo y ser consecuente con él. La hostilidad o la cerrazón también sirven a veces como recubrimiento para lo que acabo de describir pero, creo, que es más común en nuestro entorno la máscara sonriente. La incomunicación que esto provoca anima el individualismo del “sálvese quien pueda”.
El desarrollo inicial del capitalismo se produjo al tiempo que el de la ilustración burguesa. Ambos impulsaron la idea de la razón analítica como guía de todo acto humano. Simultáneamente fomentaron la separación de la colectividad respecto a la naturaleza., la idea de que estamos orgánicamente ligados a la misma es un obstáculo para el negocio. El entorno natural se convirtió en algo separado que está ahí para ser usado. La ciencia se convirtió en verdad única rectora del proceso de explotación del ecosistema y las personas. La última broma del capitalismo moderno es su supuesta conciencia ecológica, que pretende hacer negocio con todo lo “verde”, sin renunciar a continuar con la destrucción del ecosistema.
La idea que tiene una sociedad de la naturaleza determina la manera en que los individuos nos relacionamos con nuestros impulsos inconscientes, nuestro cuerpo y el entorno social. Una consecuencia de la alineación respecto al entorno natural es tener dificultades para distinguir nuestros propios impulsos y necesidades reales de las que nos cuela la publicidad o la normativa social. La tendencia a dejarnos manipular y a manipular que se da entre nosotros es otra de esas consecuencias 
La progresiva integración de las nuevas tecnologías tanto en el mundo laboral como en nuestras rutinas extralaborales han hecho que se empobrezcan conocimientos y habilidades básicos que, en otras épocas, permitían una mayor autonomía. La ola tecnológica nos arrastra, si no le oponemos resistencia, a convertirnos en espectadores aislados e impotentes de nuestras propias vidas. El ciber-activismo como forma de pseudo-intervención es una consecuencia más de esta transformación.
La perspectiva actual de la izquierda y del gueto se ajusta a las condiciones psicológicas apropiadas para el trabajo temporal en empresas flexibles y en condiciones de riesgo constante: un yo maleable cuyos fragmentos dispersos se pueden ajustar y reajustar a las necesidades cambiantes del capitalismo y del poder.
Alienación y fragmentación
Si se admite la sospecha de que muchas de las dificultades a las que nos enfrentamos están relacionadas con la separación, con la alienación, entonces convendría examinar un poco este término. En la génesis de alienación podemos encontrar pistas sobre su evolución posterior e implicaciones actuales. Desde sus comienzos está ligada a aspectos religiosos. En la Edad media se usaba para hablar del abandono de atributos divinos cuando el dios se encarnaba, también para señalar la separación del pecador respecto al dios y, en otras ocasiones con esta expresión se referían al alejamiento del espíritu respecto del cuerpo en momentos de éxtasis religioso.
Rousseau habla de alienación en dos sentidos, como alejamiento del hombre respecto de la naturaleza y como transferencia de autoridad, a través del contrato social, a las instituciones. Hegel recoge este sentido jurídico de la palabra y también el del espíritu que, al hacerse material, se despoja de su divinidad y el del pecador que, con sus actos, se aleja de su misma esencia. Con el desarrollo de la teoría revolucionaria moderna (socialista, comunista, anarquista…) el concepto adquiere un carácter social e histórico. A partir de ése momento, desde los sectores interesados en la transformación de la sociedad, se entiende que la alienación es producto de una forma de relación social determinada. Una manera de relacionarse establecida por el modelo de sociedad vigente. Es mas, para muchos, constituye la esencia misma sobre la que se perpetúa el sistema y, no se puede pensar en cuestionarlo sin, al mismo tiempo, poner en cuestión esa forma de relación social.
La alienación respecto del entorno natural, de la colectividad y de uno mismo se da en distintas épocas con distinta intensidad. Pero el capitalismo, por sus mismas características, necesita de estas separaciones para reproducirse convirtiendo nuestra actividad y a nosotros mismos también, en mercancías. Del conflicto de nuestros deseos, necesidades y miedos más profundos con las leyes, normas y valores dominantes surge la neurosis. La sociedad capitalista es, en este sentido, una industria de producción en masa de neurosis de distintos tipos.
Solemos percibir el entorno natural como una fuente de materias primas a explotar, un jardín botánico grande en el que investigar y experimentar o un parque temático verde por el que perdernos, pero pocas veces sentimos que formamos parte de él y que él forma parte de nosotros de forma orgánica. El ecosistema se convierte, así, en una cosa gestionada por unos pocos para su propio beneficio pero, las consecuencias, las sufrimos el resto. Lo mismo pasa con la facultad para decidir bajo qué normas se rige la convivencia en sociedad que queda monopolizada por las instituciones políticas. El trabajo asalariado, por su parte, institucionaliza nuestra separación respecto del producto de la propia actividad, respecto del proceso mismo y respecto de nuestras propias necesidades creativas. La salud, las relaciones personales, la cultura… los múltiples aspectos de la alienación abarcan todos los ámbitos de nuestra vida. El desarrollo de esta secuencia de separaciones culmina con la alienación respecto a uno mismo. La necesidad de adaptación a las exigencias del sistema hace que acabemos identificándonos, exclusivamente, con nuestra máscara social, necesaria para la supervivencia, pero que, sin embargo, no representa más que a una parte de nosotros mismos. Con ello se genera un vacío interior, se aniquila la propia vida y nos convertimos en personajes huecos en busca de guión. La despersonalización, en ése momento, queda consumada.
Dependiendo de la época y el sitio se desarrollan más unas formas de alienación que otras. Con ellas, asociadas, se reproducen determinados tipos de neurosis colectivas. Esto no se contradice, sin embargo, con la existencia de neurosis individuales variadas en un mismo contexto, sencillamente unas se confirman a otras y se refinan entre si.
En la antigüedad el poder de la casta de guerreros y del clero se apoyaba en la apropiación, por estos sectores, de la administración de la sociedad y de la visión del mundo y su gestión en régimen de monopolio. El resto, al ser desposeídos, alienados, de esos aspectos de la realidad se vieron simultáneamente sometidos a sus decisiones. De ahí se puede deducir que todo sistema de dominación tiene como componente necesario la alienación. Eso no significa, sin embargo, que esta no se transforme con el tiempo.
Las formas actuales de alienación se desarrollaron a la par que el modelo social vigente. Las necesidades del capitalismo industrial-mercantil emergente entre los siglos XV y XVII hicieron surgir las creencias y formas culturales necesarias para su asentamiento y extensión. El protestantismo y el renacimiento fueron algunas de las más importantes. En 1619 René Descartes tuvo una visión mística según la cual el alma y el cuerpo eran realidades distintas y separables. Esta iluminación repentina proyecta sus sombras hasta nuestros días: una visión escindida que genera realidades divididas en todos los aspectos del vivir. Las emociones y la razón son separadas en un proceso que es impulsado y, a la vez impulsa, la alienación respecto de la naturaleza y la comunidad. La sociedad capitalista se desarrolla al mismo tiempo que la ciencia desplaza a la poesía al ámbito de lo artístico o lo personal. En esta época se construyen muchos internados donde una sociedad cada vez más obsesionada con el control y la acumulación ira encerrando a los que no encajan con su visión racionalista del progreso: vagabundos, rebeldes, locos, prostitutas, etc.
La imposición del modelo industrial-mercantil implicó el aceleramiento exponencial de las tendencias alienantes que desembocan en la situación actual. La estructura de carácter (4) construida sobre esta base nos hace más difícil ser conscientes de nuestros propios intereses. El miedo a la libertad, la necesidad obsesiva de orden, el temor a tener que pensar y decidir o la ansiedad frente al placer auténtico se mantienen ocultos a nuestra percepción. La propaganda del sistema cae entonces en terreno fértil mientras que las teorías y prácticas revolucionarias son desplazadas a un lugar marginal. Quienes no están dispuestos a entregarse se verán enfrentados con un tipo de neurosis concreta, síntoma de la lucha interna que se da en quien pretende la liberación que no llega y se niega a aceptar la neurosis colectiva socialmente impuesta.
Hay quien ha definido la situación actual como de anomia. Esta es descrita como un estado en el que se da un desfase entre metas y medios institucionalmente permitidos para desenvolverse. Dicho desfase conlleva una quiebra en el sistema de valores socialmente aceptados lo que convierte a la comunidad en una masa amorfa y maleable. 
En este contexto empiezan, ya en los inicios del capitalismo, a surgir varias cuestiones. Si el modelo social conlleva la alienación individual y colectiva eso implicaría que este sistema nos convierte en seres enajenados. Entonces quienes quieren transformar la sociedad no deberían dejar la salud en manos exclusivas de especialistas pues esto implicaría arriesgarse a perpetuar las condiciones que provocan el problema. De la misma manera, es difícil enfrentarse a las estructuras de poder partiendo de la enajenación total, luego las luchas deberían integrar los aspectos separados para ser realmente transformadoras. Esta integración tendría que abarcar al entorno natural, a la comunidad, las emociones, deseos y miedos… todo engarzado en una conciencia unitaria que se traduzca en una práctica coherente.
Algunos de quienes se han interesado por la alienación del individuo han priorizado los aspectos sociales o otros los personales de cara a la transformación de las relaciones entre individuos o de estos consigo mismos. Sin embargo la situación actual muestra que la elección no puede ser entre sociedad liberada o individuos sanos. El proceso debe ser simultáneo y dialéctico. La elección real es entre individuos sometidos y enajenados en una sociedad anómica o la lucha contra la opresión, la explotación y la alienación por una comunidad de individuos libres y autodeterminados.
Las formas de relacionarse con la realidad surgidas del dualismo cartesiano son modos particulares de ver el mundo y de vivir fragmentarios y alienantes. Por eso la lógica occidental tiene tantas dificultades para comprender la estructura y el funcionamiento de procesos no mecánicos. El modo lineal de conocimiento establece solo una o dos relaciones entre aspectos de una realidad que es compleja, es el modo que corresponde a la cadena de montaje. Este método esta ideado para la producción capitalista y el control social. La “herramienta” de comprensión no está diseñada para lo que buscamos. A través del método analítico-racional se puede entender parte de lo que ocurre a nuestro alrededor. Hay otros aspectos de la realidad que necesitan, por ejemplo, mayor presencia de las metáforas, de las expresiones de creatividad o de la comunicación no verbal para ser transmitidas porque éstas se adaptan mejor al contexto en que se dan. El conjunto del proceso de comprensión y comunicación debería, en alguna de sus fases, ser integrado en su área de intersección: nosotros mismos y nuestra experiencia cotidiana.
No hay fenómenos socio-económicos o psicológicos aislados y tampoco hay deseos o temores que se puedan separar del contexto que los provoca. La comprensión de estos procesos pasa por encontrar las relaciones que mantienen entre si sin confundirlos. Si no se hace esto se corre el riesgo de desarrollar formas de conocimiento sin vida, prácticas forenses. El lenguaje fascista, el estalinista o el publicitario son buenos ejemplos de éstas prácticas. Los tres tienen en común ser formas acentuadas de comunicación alienada que crean modos de percepción fragmentaria. En ellos se parte de una lógica mecanicista y determinista y se salta, a continuación, a remover los deseos ocultos, las angustias y las necesidades insatisfechas del receptor con el objetivo de dominarlo. En estos “idiomas” no hay síntesis ni integración armónica entre las distintas facetas de la realidad, solo hay manipulación. Los publicistas son junto con los intelectuales, los artistas o los científicos los encargados de diseñar las visiones del mundo socialmente aceptadas. Son los creadores de sentido, del marco cultural y de valores en que nos desenvolvemos. Tratar de conseguir una perspectiva global e integrada de lo que acontece implica recuperar esta parte secuestrada del conocimiento..
Una percepción descompuesta del entorno genera una práctica parcial, restringida y estreñida. Ésta, a su vez, realimenta a la primera. Teniendo esto en cuenta se entiende, por ejemplo, que luchas que tienen mucho en común no consigan reforzarse mutuamente. También se comprende mejor que individuos con intereses comunes tengan dificultades para comprenderse y solidarizarse entre si. Toda lucha nace, en principio, de un conflicto parcial, lo que obstaculiza sus vínculos con otras y con la totalidad es la alienación en la que viven sus protagonistas y la fragmentación de sus perspectivas. Estas circunstancias que son comunes a toda la sociedad, incluido el gueto, solo podrían superarse encontrando las maneras de superar las divisiones. Hay que excavar túneles y tender puentes que relacionen distintas parcelas de realidad y cada una con el conjunto. Esto no es ninguna novedad, a cada forma de dominación ha correspondido una oposición tanto teórica como práctica. Un paso necesario para tratar de superar el escenario actual pasa por revisar estas experiencias de lucha, en su relación con la alienación y la fragmentación, en sus fortalezas y debilidades.
La crítica
La crítica debe ser a fondo porque sino nos arriesgamos a que la dinámica del gueto (como la de la sociedad en general) acostumbrada a perpetuarse a costa de absorber, sin digerir, todo cuestionamiento, nos impida superar sus límites. Un ejemplo posible de esto podría ser la implantación de una moda “antigueto” como última tendencia guay que reprodujese las características típicas del gueto (delegación, el aislamiento, la superficialidad, etc.) pero que etiquetase como “gueto” todo aquello que “no mola”. Otro ejemplo podría ser quedarnos atrapados en la critica al gueto como una forma inconsciente de resistencia a superarlo: hay que hacerlo visible, si, pero para que éste deje de influir de forma subterránea o a la vista en nuestra práctica cotidiana. En línea con lo anterior se podría encasquillar la crítica en un ataque al gueto como algo externo, un chivo expiatorio que nos impidiese comprender hasta que punto marca nuestra dinámica.
Se puede dar que, por el efecto péndulo típico de la deriva del gueto, nos quedemos atrapados en falsos contrarios a lo que criticamos: lo cerrado frente a lo público, la impulsividad frente al buenrrollismo, etc.
La crítica al gueto se ha usado, en alguna de las pocas ocasiones que se ha hecho pública, para justificar la propia integración en las normas sociales, para dar el salto a organizaciones izquierdistas clásicas y también para justificar el propio aislamiento (no afrontando los problemas de comunicación). Creo que el valor de un trabajo crítico sobre el gueto dependerá, en gran parte, de la intención con la que se haga. Será el contexto, la propuesta positiva que lo acompañe, la que servirá para entender desde donde (y para qué) realmente se hace la crítica. Señalar los peligros de una crítica insuficiente es solo una razón más para creer en la necesidad urgente de comenzarla.
Conclusiones
El gueto funciona como un arenero infantil de la izquierda del capital. Esa izquierda, que reproduce hoy la estructura del lobby, la franquicia y una institución oficial cualquiera, no va a oponerse realmente al capitalismo. Desde sus planteamientos y su práctica solo podemos reforzar el sistema. La crítica teórica y práctica del capitalismo debería, creo yo, partir de la crítica al gueto, base de la crítica a la izquierda y al sistema en su conjunto. Esta crítica debe, en su proceso, tratar de superar lo criticado, o sea, intentar no reproducir los hábitos y limitaciones que pone en cuestión.
Las transformaciones del capitalismo definen las condiciones en que se reproduce el gueto, la izquierda y la sociedad en general. Estas condiciones son, principalmente, la alienación y la fragmentación.
Si queremos aprovechar, de alguna manera, las posibilidades que se dan en nuestro medio de intervenir en sentido revolucionario, debemos explorar como salir de este arenero. Deberemos recorrer el laberinto que nos separa del entorno, dejando atrás identidades y construcciones imaginarias. Deberemos plantearnos como superar la alienación y la fragmentación que nos convierten en títeres de los intereses del capitalismo.
Valencia, marzo del 2011
(1)- La norma NTJ 09S: 1998 “Areneros en áreas de juegos” y la NTJ 13R: 1998 “Higiene de los areneros en áreas de juegos infantiles”.
(2)- Michael Marien “La transformación como el Síndrome del Arenero” (1983).
(3)- Sobre estos dos conceptos se habla mas abajo.
(4)- Aquí sigo la definición de carácter que hace Richard Sennett en su libro “La corrosión del carácter

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